El destino
El mayor error que encontramos en la ciencia es el declarar que el ser humano está estrechamente ligado a la biosfera. Los ritmos del universo existen independientemente de la vida humana, incluso si el hombre no es capaz de configurarse sobre ellos. Si hablamos del cuerpo humano como de un cadáver animal es una cosa y si hablamos del cuerpo humano como si fuera el cerebro es totalmente otra cosa.
En el primer caso, no hay ninguna relación entre el hombre y el espacio circundante. El sólo forma una parte del espacio y nada más, no hay ninguna identificación personal. El segundo caso se presenta cuando una persona posee el cerebro y sabe operarlo, algo que le permite comprender las vibraciones y el ritmo del universo. En el primer caso, nuestro cuerpo adopta la energía según las condiciones del lugar de residencia, en el segundo caso, podríamos hablar de una interacción.
Ahora lo único que se quiere lograr es una adaptación tecnológica del ser humano. La evolución de la especie humana ha cesado, aunque ha establecido una forma fuerte de impacto vibratorio, perfeccionando el esfuerzo en el cerebro. Pero la velocidad de cambio, la cual ha sido creada por el hombre alrededor de sí mismo, no se corresponde con la velocidad de desarrollo del cerebro. El cerebro de la mayoría de las personas pasó del estado del pensar al estado del reaccionar.
Entonces hablaremos sobre este tema. El destino humano está determinado por la relación del ser humano hacía sí mismo. Esto significa que hay que tener dos condiciones: o corresponder al ritmo dado por el nacimiento (es decir, al ritmo del destino), o corresponder a la formación de cómo se puede llegar a tratar a sí mismo (educación).
De no ser así, entonces ninguna decisión podrá pertenecerle a la persona. Como resultado, se puede coincidir con el ritmo del propio destino o reducir el potencial personal. Por supuesto aquí hay una trampa, que se llama adherencia, y está allí donde todo parece ser como debe ser. La única diferencia reside en que el hombre, en este caso, no crea y no expone la situación, sino que es utilizado para crear con él algo parecido a la fuerza de un ritmo externo.
Se necesita comprender una correspondencia: hasta los 30 años se depende de la energía que se desarrolla: el ser humano se encuentra lleno de fuerzas que le permiten estar en resonancia con sus deseos, que, de hecho, no le pertenecen. Después de los 30 años pasa a depender de la fuerza de espíritu, que puede realizarse sólo a través de recursos mentales. Después de los 50 años, se forma la configuración sobre la muerte.
Son los indicadores en el caso de si se estuviera programado para vivir 80 años. Y si fuera hasta 40, se cambiarían todas las configuraciones. Por lo tanto, se puede mirar el propio destino horizontalmente y verticalmente. Y cuando tenemos 20 años es totalmente ridículo hablar sobre destino, porque el ritmo interno está configurado sobre el crecimiento y nada más. Todo lo demás es una descamación (peeling).
Para que el ser humano pueda entender y después influenciar sobre el propio destino, él debe considerar su vida como si fuese un capital que hay que acumular constantemente, donde la única opción de pago es la energía. Comprender nuestras verdaderas necesidades es algo que sólo se puede hacer por medio de la comprensión de todo el proceso de nuestra vida.
Pero aquí hay otra complicación: la comprensión real puede comenzar sólo cuando la energía básica deja de ser atormentarnos, es decir, a los 28-32 años. Hasta este momento, lo que debemos hacer es prepararnos para la comprensión. Durante este período algo nos llena, pero también llena nuestra impermanencia y nuestros deseos. Resulta que si no alcanzamos a ponernos en algún ritmo, donde poder desarrollarnos a nosotros mismos y no aparecemos en el periodo necesario de nuestra existencia, con el cerebro necesario, entonces nosotros estaremos formando y aumentando lo que revela a nuestra esencia. ¿Pero la vamos a necesitar mañana, incluso si no la podemos entender y tomar conciencia de ella?
Descubrirse a uno mismo es la cognición del propio programa, y esto es mucho. La cuestión de sus posibles cambios requiere cierta habilidad para pasar a otras frecuencias de existencia. Pero para los modernos habitantes de la Tierra decir algo es como decir nada, porque en cada etapa hay que sustituir lo deseado con lo necesario, para pasar de una etapa de adaptación a la etapa deliberada. Aquí, en primer lugar, es necesario reconstruir la condición del desarrollo de energía, que puso el mismo destino.
31 diciembre 2011