El ritmo es el conocimiento de la vivencia
El conocimiento es, ante todo, la capacidad de clasificar la cosa en la que estamos enfocados. El enfoque se distingue de la reacción por el hecho de que nuestra consciencia está apuntando al objeto de la atención y lo mantiene, aplicando los recursos de esfuerzo interno, que determinan el enfoque.
El desarrollo del enfoque es imposible sin el ritmo. Es un impulso producido que, al principio se entrena y luego se convierte en una función natural. Este impulso, por un lado, va a un formato de reflejo absoluto y por otro, sigue siendo una función que se puede hacer crecer (el enfoque es la base de la centralización y la centralización es la base de la concentración).
Lo más importante es que el enfoque crea, estructura procesos, que no están subordinados al tiempo, aunque el tiempo los marca, sino dependen sólo de la fuerza de la función de la vivencia. Esta fuerza está subordinada a la estructura del espacio (que esta fuerza crea), es decir unos modelos energéticos específicos, capaces de controlar el trabajo del cerebro.
La construcción misma de esta estructura tiene un ritmo determinado, que lo expresa después. Entonces, la vivencia y el ritmo tienen el mismo origen. Por lo tanto, cuando hablamos del ritmo, definimos nuestra comprensión de lo temporal (sensación), espacial (sentimiento, emoción) o la comprensión del ritmo (vivencia). Esto significa que para el hombre el concepto del ritmo se reduce o a una determinada reacción al ritmo, o a la capacidad de vivir en el ritmo.
Por naturaleza todos estamos dotados de la capacidad no sólo de vivir en el ritmo, sino también saber experimentarlo. Pero nos encontramos en un ritmo de existencia que nos dilata o acelera y nuestra función de vivencia se pierde. Sólo permaneciendo en un estado natural, podemos permitir al ritmo que se exprese. Pero, para conocer esta expresión como una vivencia, hay que tener la consciencia enfocada, para pasar de un estado de celta-africano a chino-europeo.
10 febrero 2012
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