La Consciencia, el gobernante del Espíritu
La Consciencia y el Espíritu, por más significados que traten de atribuirles, no tienen ninguna importancia para el hombre, mientras que no tengan forma, puesto que sin forma, ellos no pueden ser regulados.
La Consciencia del ser humano comienza a manifestarse sólo cuando éste empieza a comprender la Geometría del cerebro. Es decir, la Consciencia no es más que una forma de pensar. Y aquí llegamos al siguiente concepto importante: la Consciencia es, en realidad, parte de nuestro Espíritu.
Sin embargo, la presencia del Espíritu no representa en el hombre la capacidad de conocerlo. Además, debemos conocer, no al mismo Espíritu, sino su Geometría, y no sólo esto, pues para el conocimiento se deben tener en la consciencia características de más alta frecuencia. Es decir, la Geometría del cerebro es anterior a la Geometría del Espíritu y de hecho, una forma debe conectarse con la otra.
Durante la vida, estas formas parecieran competir en sus relaciones. Por eso, por ejemplo en la tradición Taoísta, la Consciencia es considerada como gobernante del Espíritu. Pero si por naturaleza el Espíritu es la energía superior del ser humano, la Consciencia, a menudo, debe aumentar su estado hasta el nivel necesario.
El desarrollo de la Consciencia, de este modo, es muy importante desde el punto de vista del fortalecimiento o la transformación del Código Personal. Precisamente la Consciencia es la que nutre y perfecciona el Espíritu humano, pero, al principio, ella debe pasar por todas las etapas de desarrollo, desde el proceso de alimentación y sincronización, hasta la estructuración.
La Consciencia es necesaria para revelar lo que todavía no está manifestado. El Espíritu no manifestado no es más que un vapor que nos nutre y llena, pero que no está presente en las tareas más importantes de su propio crecimiento, que es su perfeccionamiento geométrico, algo imposible sin el desarrollo de la Consciencia.
12 mayo 2012