Karma
El Karma es un concepto que se ha formado sobre la base de las enseñanzas de la India, entre las que suelen destacar cuatro básicas y más influyentes: el hinduismo, el jainismo, el budismo y el sijismo. En estas tradiciones se realiza el curso fundamental del desarrollo humano desde el punto de vista del movimiento, al que se refiere también la liberación.
Este concepto se basa en la espiral de la Ley Eterna, es decir en el resultado del proceso de movimiento y no del reposo y está relacionado, principalmente, con las acciones y los hechos. Hay que entender que el Karma proviene de la naturaleza general fisiológica, mental y energética, considerada en aplicación, ante todo, a la región dada.
Precisamente la enseñanza de las acciones es dominante en el contexto de la tradición de la India y se refiere a las condiciones de desarrollo de la energía, en la que se consideran tales leyes. Y dondequiera que la llevemos, aquí se trata, ante todo de las acciones. Es decir, son unos indicadores intemporales, que además se pueden formar también en un espacio temporal. Desde el punto de vista del Karma, India, por ejemplo, o Tíbet, son unas zonas intemporales.
El aspecto mental del Karma
El hombre, incapaz de vivir en las leyes de la disciplina de las acciones y de seguir los principios, cae bajo la determinación de la mentalidad, cuando sus pensamientos no están controlados por él mismo, sino por el espacio. En esta situación, el hombre es incapaz de pertenecer a sí mismo y pierde la libertad de su pensar. Esto condiciona un cambio de la calidad de la consciencia: por ejemplo, la persona comienza a reaccionar a cosas que, de hecho, no le importan o no entiende. Por lo tanto, él pone su estado de consciencia en una dependencia de algo que en realidad no domina y no controla.
Todas estas formas de pensamiento superficiales cambian el ajuste del cerebro de tal manera que la persona ya no plantea a sí misma las exigencias en el plano del esfuerzo consciente. Tal individuo ya no tomará un libro de Platón, puesto que existe en las formas de pensamiento más simples. Todo esto lleva a una dependencia, que no sólo sustituye la necesidad, sino sustituye absolutamente todos los conceptos. En este caso, no sólo se debilitan las funciones del cerebro, sino también se altera su geometría.
Hablar, en este caso, de una autorregulación, simplemente es innecesario. Pero aquí, se rompe además lo primordial que el hombre tiene por su naturaleza: el ajuste mental a su código, al destino. Si el ajuste está roto, entonces recuperarlo de nuevo no es tan fácil (aunque puede ser roto también por su naturaleza). Es decir, no es sin importancia si uno piensa mal de alguien, engaña o crea en sí una carga de reacciones, que desvía el esfuerzo de funcionamiento del cerebro, o sea la circulación de la energía. Esto, indudablemente, lleva a distorsiones y tarde o temprano tendrá un efecto.
Incluso los pocos “elegidos” que viven por las leyes de este tipo de expresiones complejas como “¡Ahora mismo! ¡Genial! ¡Absolutamente! ¿Y tú, qué, imbécil?”, deben temer por su ajuste mental. Pero aquí, por supuesto, mucho depende de las propiedades del lenguaje (los chinos, por ejemplo, piensan en imágenes) y la manera cómo operan con él.
El aspecto energético del Karma
El aspecto energético del Karma hoy en día se usa más en diferentes escuelas y adeptos. Dentro de sus límites se determina el concepto de las acciones de causa y efecto, pero según la fineza y la complejidad de la manera de cómo se reproduce, se crea la forma más especulativa de la percepción del Karma.
En la presentación de las conexiones verdaderas y los principios se pierde el punto de la comprensión del hecho de que el espacio temporal en el que vive el ser humano, es Kármico: en unos procesos temporales siempre todo terminará con la destrucción. Por eso, la idea de la liberación del Karma o los intentos de no agravarlo se reduce en nada más que un cambio del estatus de la energía del hombre.
El aspecto energético del Karma es una fórmula de las conexiones, que agravan al hombre desde su nacimiento o son adquiridas, una fórmula en la que las acciones deben ser consideradas desde el punto de vista del modelo energético final y no desde las acciones mismas. Las acciones son una combinación de condiciones que podrían reducir la energía, destruirla o cambiar los ajustes de la persona. Pero si seguimos estando en coordenadas lineales, entonces aquí no está presente nuestra voluntad, sino sólo la del Egrégor o del Tótem.
La ley del efecto del Karma, en el aspecto energético, se considera no desde el punto de vista de su carácter positivo o negativo, sino de la resonancia que influye en las propiedades físicas o mentales, o sea es importante si con nuestras actividades se afecta el Espíritu o no. Si esto no queda bien comprendido, entonces se quedan dos caminos: o el Espíritu luchará por su liberación de los procesos temporales, o ellos van a empezar a destruirlo. Y hablando del proceso de liberación, se trata de ir más allá de la zona de influencia de los procesos, de los que es muy difícil escapar.
En todas las tradiciones, la liberación es lograr el estado de no opresión del Espíritu, que de hecho es el ajustamiento energético de los procesos internos. Es decir el aspecto energético es necesario para nosotros no para determinar qué es bueno o qué es malo, sino para entender el modelo del ajustamiento.
El modelo del ajustamiento nos enseña a comprender la naturaleza, la que nos agrava o por la que debemos pasar. En el primer caso, el Espíritu empieza a obedecer a procesos ajenos y se destruye, que es la consecuencia agravante. En el segundo caso, a través del Espíritu, superamos el límite que puede ser inherente a nosotros desde nuestro nacimiento. De esa manera fortalecemos el Espíritu, ya que la superación sólo se puede hacer mediante una vibración más perfecta que la naturaleza que nos agrava.
El aspecto espacial del Karma
El aspecto espacial del Karma es la inserción del ser humano en el espacio de la vida, es decir, lo que forma nuestra dependencia y determina la capacidad o incapacidad de deshacernos de ella. Esto, ante todo, es la base social que, de hecho, figura en los Vedas, donde con relación a la verdad absoluta, están descritas la vida y las condiciones de la existencia del ser humano.
Esta es una categoría impersonal y ella toma en consideración el factor humano no como un elemento adicional, contribuyente a la transición, sino sólo como un factor que puede agravar su naturaleza. La comprensión del aspecto espacial del Karma, es importante dentro de la comprensión general del Karma, desde el punto de vista de la correspondencia de la persona consigo misma o simplemente, de la capacidad o incapacidad de aportar el aspecto humano en el proceso de su vida, donde el espacio es el obstáculo principal.
El aspecto fisiológico del Karma
El aspecto fisiológico del Karma es, de hecho, lo que llama el gran interés en este tema. Y aunque este parámetro es una consecuencia de las condiciones del nacimiento y el comportamiento, precisamente él es el límite de la realización de los procesos de nuestra vida y tareas. Es decir, es algo real, que determina o limita nuestra libertad de acción. Aunque, es posible que estos límites no dependan de nosotros personalmente, sino ser una consecuencia de nuestros padres, del espacio y de los procesos energéticos a los que estamos atados.
Como he dicho, esto es una consecuencia que requiere no sólo unas condiciones para la aceptación de lo que parece “no ser nuestro”, sino también la responsabilidad de transformarlo. Sobre todo, si nuestra naturaleza está cargada de algunos problemas o anomalías. Por eso, este aspecto no se puede considerar desde el punto de “por algo”, puesto que es “porque”.
Pero, por supuesto, una cosa es cuando nos hemos convertido en víctimas de nuestras propias acciones que han llevado a la captura de nuestra energía, mentalidad o cuerpo y otra cosa es cuando se releva un problema inherente a nosotros. Y para determinar si los sucesos se deben a nuestra condición o a un problema, que también puede ser no un problema, sino cierta relevación de las circunstancias que alteran nuestros procesos vitales, hay que comprender la mentalidad.
Lo más importante que hay que entender: la cuestión del Karma nunca debe estar en el campo de las explicaciones reaccionarias y primitivas. Este es el nudo. De hecho, la tensión de esta formación crea tal concepto como “nudos kármicos” que pueden poseer diferente naturaleza, impacto e influencia y que debe ser comprendido y desatado sólo entendiendo el nivel vibratorio del problema, en el que el básico es nuestro posicionamiento en el espacio y no la reacción a la vida en él.
06 junio 2013