Abdomen

El abdomen es un huevo en el que vive la aguja de Koschéi el Inmortal. Hasta que no la alcances, no te pincharás y si no te pinchas, no podrás sentir qué es el abdomen. Resulta que dentro de nosotros hay un centro. Sí, centro. Nada en la naturaleza nace con centro. Podemos decir que el Jaguar tiene centro que le permite saltar, que la Anaconda tiene centro que le permite deslizarse, que el Concorde tiene centro que le permite volar. Pero únicamente el ser humano posee centro, que puede ser desarrollado.

Estamos compuestos de energía y todos los filamentos de nuestra energía se dirigen hacia nuestro abdomen, pero he aquí el problema: al alterar el ritmo de nuestra existencia, hemos alterado la respiración que debe nutrir este centro. Violando la idea de la alimentación, hemos alterado el vínculo con nuestro centro. Al violar las leyes del desarrollo, hemos reorientado nuestro cerebro. Y hoy en día el cerebro se ha convertido en un objeto tonto, que no comprende, no siente, que en principio debería ser manejado por el centro, nuestro Centro real.

Y este centro gobierna reaccionando a la energía que está bamboleando en nuestro cuerpo. Hemos enrollado nuestra bola, pero lo hemos hecho usando unos métodos innecesarios e incluso mediocres. Y para arrollarla, debemos hacer todo de nuevo. Si uno ha sacado el corcho de la botella, ya no puede utilizar esta botella como es debido. Primero tiene que tomar el vino y esterilizar la botella. Resulta que debemos empezar todo de nuevo. Recoger la cosecha, preparar el vino y volver a encorchar.

Lo mismo pasa con nosotros: debemos regresar a nuestra infancia y volver a vivir desde el ombligo.

 

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25 enero 2011

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