El mánager
Cada persona es un conjunto de cualidades y no hay que definirla por su profesión, porque incluso puede ser peligroso. Será mucho más correcto determinarla por ciertas cualidades humanas, como, por ejemplo, el arte de aprender, de formar esfuerzo, o la capacidad de usar diferentes técnicas de pensar, o sea de abarcar un volumen más amplio en su pensamiento.
Para integrarse a su profesión, (lo que significa que para la persona su interés profesional debe tener mayor prioridad), hoy en día, se implica un esfuerzo mucho más grande que antes, puesto que a nuestro alrededor hay un montón de elementos cercanos o abstractos, que nos distraen, por ejemplo, el Internet. Así que, es importante llegar a ser el mánager de nosotros mismos, donde un elemento bastante importante queda para nosotros bien escondido. Y tenemos que saber ver y corregir este aspecto. Una cosa es cuando, al dedicarnos a algo que nos gusta, aplicamos cierto esfuerzo y, otra cosa diferente, es cuando, por ejemplo, esto genera nuestros ingresos, o sea, tenemos presente la clara orientación a la rentabilidad.
A pesar de esto, aquí se trata de dos condiciones fisiológicas diferentes en que vive nuestra mentalidad y cuerpo, subordinándonos a los anhelos y los deseos, donde incluso no es tan importante la generación de ingresos, sino que ¡dónde y en qué los invertimos! O sea, la capacidad de prever nuestros siguientes pasos.
Al mismo tiempo, si no estamos integrados en nuestro trabajo (aunque sea, por ejemplo, visto desde la posición de “no me gusta mi trabajo”), entonces lo que hacemos es consumir el espacio, lo deseamos. Pero si estamos integrados, entonces empezamos a formarnos a nosotros mismos y a todo a nuestro alrededor. Y en este caso se trata de diferentes condiciones para nuestro sistema operador, llamado “cerebro”.
La persona más su profesión debe ser una sincronización, que se expresa plenamente solo cuando ésta entienda conscientemente el proceso, es decir, cuando ha crecido y es capaz de mostrar sus conocimientos profesionales.
En realidad, lo que pasa es que la gente está sujeta a las circunstancias o, en el mejor de los casos, se convierte en rehén de la experiencia inconsciente (siendo por la edad o por la incapacidad de enfocarse). Entonces, uno simplemente trabaja con los reflejos que él mismo genera y, lo principal, pierde la posibilidad de ser el mánager de sí mismo en sus acciones.
La profesión no expresa al ser humano, es el ser humano el que expresa, llena de contenido, a su profesión. Y sería mucho más correcto clasificar las disciplinas según la fuerza y el grado de cogestión de la consciencia en el proceso. Así que, una profesión puede desarrollarnos, mientras que otra oprimirnos.
En otras palabras, digamos visto desde a posición de la matemática, el ser humano no es un simple funcional. La función es la derivada de algo. Pero, ¿son muchas las personas que son capaces, por lo menos, de percibir esta frase, o de entender y ponerla en práctica?
Y esta conclusión ya nos puede servir de “diagnosis”, porque el ser humano moderno no sabe ser derivada de su propio esfuerzo, sino que es una simple consecuencia de diferentes parámetros: tanto de sus habilidades inherentes del nacimiento, como también de las condiciones que le influyen sin que éste toma el control del proceso llamado “vida”. O sea, podemos decir que hoy en día, la gente es nada más que resultado de las circunstancias.
Al no estar conectado con lo que de verdad nos llena y nos nutre, aquello que nos enseña y desarrolla, nos convertiremos en un robot y eso en el mejor de los casos.
En la actualidad, ser mánager es lo primero que uno debe aprender a la perfección. Y es algo mucho más que simple profesión, dado que, al no comprender, digamos, la función del gerente y el empleado, al no entender la cadena profesional, es imposible organizar a sí mismo en el necesario volumen de las acciones.
Por ejemplo, el diplomático: su incapacidad de mantener la pausa (o sea, de saber aprovechar el momento exacto), su incapacidad de comparar por lo menos tres parámetros –comprender su opinión, comprender la opinión de su oponente y ver tercera opinión posible –privará su profesión del carácter verdaderamente profesional. O, por ejemplo, lo mismo pasa cuando no sabe mantener la línea del tema, se detiene, etc.
Otro ejemplo es el deportista profesional, cuya fuerza no está en la técnica o en sus músculos, sino que en su capacidad de enfocarse.
Incluso, por ejemplo, el estudiante en la universidad. Si éste no sabe aprender, ¿entonces qué hace en la universidad?
Y si nos ponemos a razonar sobre qué cualidad desarrolla una persona que pretende ser experto en algo, cumpliendo con determinada función, veremos que también se trata de cierta gestión. Si no entendemos este aspecto, entonces no solo nos privamos de la posibilidad de experimentar el proceso, de sentirlo, sino que también del apoyo interno cuando nos damos cuenta de “para qué” y “por qué” hacemos algo.
Por eso, hoy en día, cuando las tradiciones ya no existen, hay una sola profesión que todo el mundo debe dominar: ser mánager. Y no importa si somos conserjes o diplomáticos, el resultado de nuestro trabajo y el crecimiento profesional, depende del modo de ligar nuestras acciones.
El crecimiento profesional es un concepto importante, de lo contrario iremos a la gradual disminución profesional. Es decir, la profesión que uno eligió, empezará a oprimirlo.
A menudo, cuando delegamos nuestro trabajo a otra persona, o ante nuestra propia negativa a realizarlo, nos sumergimos aun sin comprender en un estado de esperanza y como regla general, perdemos el suceso primordial, la responsabilidad.
Ser MÁNAGER es trivial, no interesante, superficial, muy usado e incluso sucio. Bueno pero, ¿por qué sucio?
Yo diría: no podremos hacer nada si no hemos arreglado al menos lo “básico” en nuestra cabeza.
Lo trivial, lo corriente, en este caso, es que el mánager es mánager, porque el mismo mánager no sabe qué significa de verdad ser mánager. No es interesante, porque no conoce la gestión en sí misma, no ha dominado el arte de ser mánager, sino que simplemente cumple con su oficio.
En general, es un tema para pensarlo y discutirlo, dado que habrá muchas opiniones opuestas. Y para omitir el carácter negativo en este caso, hay que aceptar ambas partes. Entonces, por lo menos, tendremos el esfuerzo necesario ante todo en nuestra mente. Pero habitualmente, no este no termina de formarse, dado que nos queda incomprendida la cadena de nuestras acciones o ésta se interrumpe. Lo principal se convierte en lo trivial: el mánager siempre debe ofrecer nuevas formas y métodos para la realización de las tareas planteadas. Y aquí es importante saber estructurar, como mínimo, nuestra comprensión. ¿Son muchos los gerentes quienes hoy en día, son capaces de escribir al menos una nota analítica? Es decir, al final el concepto mismo del mánager se desvalúa de forma trivial como resultado de su mal utilización.
Es superficial, porque en la actualidad, el gerente cumple solo funciones administrativas. Como resultado final, el mánager no es un mánager, igual que el administrador tampoco es administrador. Y resulta que toda la situación es superficial, porque uno no tiene ni la fuerza, ni la paciencia al fin de cuentas de mantener por lo menos dos funciones. En realidad, la gestión depende de las cualidades personales y no de las generadas.
E incluso si uno tiene la fuerza inherente naturalmente, ¿qué hace para aumentarla en su perfeccionamiento personal? Es que el mánager es, hasta cierto grado, estratega. Y esto también depende de las cualidades individuales del cerebro y hay que ponerse de acuerdo en que nuestra mente no es de las más constantes, aunque reaccionan bien a los desafíos. Pero, a fin de cuentas, se trata del mánager y no del guardameta.
Digo Usado, porque el propósito de la gestión está escondido detrás de la forma especulativa de la acción, donde no es tan importante ajustar toda la cadena, sino plantear las tareas según la acción, pero estas tareas no tienen ningún valor. El mánager es, sobre todo, una persona capaz de tomar decisiones y asumir la responsabilidad del área que gestiona.
Pero, el gerente es el cerebro o, al menos, parte del cerebro, por lo tanto en él queda implícito la habilidad de enfocarse. Y no hay que pasar por alto esto, dado que es un tema principal.
Es Sucio porque. ¿Cuál es el problema hoy en día? El problema es nuestro cerebro. Entonces, ¿por qué es necesaria “profesionalizar” la función del mánager? Para aumentar la eficiencia de aquello en lo que se está involucrado. Si su trabajo depende del personal, éste debe seleccionar los empleados y saber combinarlos.
Si vende un producto, debe ofrecer su marketing y avance, sobre cuyos bases puede construir el proceso de la venta.
Pero lo más sucio en este caso es que se borró la comprensión de los diferentes niveles dentro de la gestión. Una cosa es cuando uno va por el salón y maneja al personal o en el restaurante da órdenes a los camareros y otra cosa diferente, cuando crea esquemas para la venta, digamos, punta de lanza de un proyecto. Y la división aquí posee su naturaleza basada en el volumen energético del mánager y la fuerza de su enfoque.
Cuando el gerente sigue a la dirección y no la maneja, éste deja de ser mánager. Y sin eso, la persona será ineficiente. Y si no es eficiente, ¿qué tipo de mánager es?
En general, hasta que no obtengamos la habilidad de ser mánager con la actitud correspondiente, es inútil seguir los consejos de aquellos que conocieron este arte en una época diferente. Luego, uno debe darse cuenta de si su cerebro es capaz de captar y mantener enfocado determinado tema. Por lo tanto, sería mejor empezar por la cosa digamos, menos significativa, como por ejemplo saber dejar las llaves en su lugar y no donde nos dé la gana.
15 marzo 2016