Leonardo da Vinci
El que puede ir a la fuente, no debe ir al cántaro
Leonardo da Vinci
Describir a Leonardo da Vinci es casi tan imposible, como lo es abarcar toda la dimensión de sus intereses. Puede ser presentado, tanto como un magistral pintor, escultor, arquitecto, urbanista, naturista, hidráulico y geólogo, matemático, físico, astrónomo, como un poeta, músico y filósofo, constructor de aviones y filólogo lingüista, anatomista, botánico, paleontólogo, óptico, escenógrafo…
La vida y la actividad de Leonardo da Vinci, habiendo transcurrido más de cinco siglos, embruja a muchos investigadores y científicos. Los pintores más afamados, escritores, gente de las artes, científicos, inventores y alquímicos, por unas razones verdaderamente inexplicables, no pudieron evadir el estudio del fenómeno Leonardo.
Sin embargo, incluso los biógrafos más escrupulosos, científicos o escritores, no pueden contar más sobre Leonardo que sus propios trabajos. Sus pinturas, manuscritos, diarios, su letra, el color del papel, los dibujos y las fórmulas, sus paisajes etéreos, como revividos… ahí mismo sobre los márgenes, el cálculo matemático de la perspectiva, el rostro de la Madona iluminada con tenue luz esfumada y un mechón de su cabello enrulado por la humedad y el suave sol de Florencia, con tal perfección como si fuese una concha marina que respira por la oleada.
Sus frescos, atraen con una fuerza misteriosa e invencible, obligan a mirar con atención y estudiar con avidez y éxtasis. El maestro, con fuerza irresistible, atrae a su investigador a un espacio desconocido e infinito…
Leonardo nació en 1452, en un pequeño pueblo Anchiano, cerca de la ciudad Vinci, al pie de los montes Albanos. Era hijo natural del notario florentino Piero da Vinci y una simple campesina Catarina, cuyos datos difieren entre los biógrafos, aunque la mayoría mantiene la opinión de su prematura muerte, sólo cuatro años después del nacimiento de su hijo. Así, desde los cuatro años Leonardo fue aceptado en la casa del padre para su educación, donde creció bajo el cuidado de su muy amorosa abuela paterna, en un atmósfera de sensible atención por parte de las cuatro sucesivas mujeres de Piero de Vinci.
Justamente el nacimiento ilegal del niño predeterminó, en mucho, la decisión del padre de hacer ingresar a su hijo, a pesar de su predilección por las ciencias nobles y exactas, al taller del pintor Andrea Verrocchio, un pintor florentino famoso en esos tiempos, dado que, para otro aprendizaje probablemente no hubiesen aceptado a Leonardo por su origen. El niño ingresó al taller a los 14 años y allí se le abrió un nuevo mundo, que lo cautivó completamente. Aunque, pareciera que ningún oficio, ni siquiera el ámbito entero de la ciencia, podieron atrapar a Leonardo más que la Naturaleza misma, cuyas leyes amplias y misteriosas abarcaban al mismo tiempo todos los oficios, ciencias y artes. Justamente la pasión por el conocimiento de las fuentes de todos los principios de la Naturaleza se revelaron en los apasionamientos de Leonardo, desde los primeros años.
Gracias al “gran amor por las artes”, como luego escribirán los contemporáneos de Leonardo, después de solamente seis años de aprendizaje en el taller de Verrocchio, fue proclamado como Maestro. Plazos inauditos en aquellos tiempos. Su reconocimiento fue acelerado por un acontecimiento, después del cual el maestro Leonardo, conocido en Florencia como un pintor destacado, prácticamente viró completamente su atención de la pintura hacia la escultura.
En el cuadro “Bautismo de Cristo”, coronación de la creatividad artística de Verrocchio, Leonardo corrigió con su mano a uno de los dos ángeles pintados inicialmente por el maestro: los ángeles mantienen las vestimentas de Jesús en el momento cuando el Baptista le echa agua sobre su cabeza, también al pincel de Leonardo le pertenece el paisaje en el plano lejano. Se sabe que Verrocchio, al ver el trabajo del discípulo, exclamó que aquél superó a su maestro.
A la edad de 30 años Leonardo deja Florencia y viaja a Milán. Era un paso que le prometía mayor libertad y una nueva experiencia. A pesar de una vida interior intensa, las búsquedas constantes y nuevos proyectos, Leonardo no era muy demandado en Florencia y ni siquiera lo satisfacían los beneficiosos pedidos de los Medici.
En la carta dirigida al duque de Lombardía Ludovico Sforza, el Moro, Leonardo enumera sus posibilidad de ser utilizado congran utilidad. Enumera sólo como ejemplos la creación de “ … puentes muy livianos y sólidos, una nueva forma de destruir sin ayuda de bombardas, cualquier fortaleza o castillo, si sus cimientos no fueron esculpidos en piedra; pasadizos subterráneos, pasillos y descalces a ser realizados sin ruido y de manera rápida bajo los pozos y ríos; carros cubiertos que penetran en las filas enemigas, ya que no habría fuerzas que puedan oponérseles; bombardas, cañones, pasavolantes de una disposición bellísima y útil; mezclas explosivas no conocidas, entre otras cosas. En tiempos de paz — decía al concluir la carta — espero satisfacer a Vuestra Excelencia en el construcción de edificios privados y públicos y con la conducción de aguas, ...”.
En el largo y fructífero período de servicio con el Moro, Leonardo se mostró, no sólo como un pintor insuperable, sino también como escenógrafo, poeta, arquitecto, ingeniero, escultor e inventor. Resulta simplemente imposible de enumerar todo lo creado por él.
Se sabe que antes de su muerte, Leonardo no pintaba casi nada. Paseaba, meditaba, y, como en la juventud, compraba en las ferias jaulas con pájaros e iba al campo, para dejarlos volar al cielo.
El último cuadro del Maestro fue el de San Juan Bautista, pero no como se lo pudo nadie imaginar. Juan, era parecido al Baco pagano. En vez del tirso de las orgías de Baco, tiene en su mano derecha una cruz de junco, arquetipo de Cristo en el Gólgota e inclinando la cabeza como si escuchara algo, él es todo espera, curiosidad, con una sonrisa apenas perceptible, mitad enigma, mitad burla, levantando el dedo índice. Apuntando a algo, o tal vez a sí mismo, pareciera que dijera: “Me sigue el más Fuerte que yo, a quien Yo inclinándome, no merezco desatar las ataduras de Su calzado”
Hay que mencionar que todavía en vida Leonardo, muchos reconocían la inimitabilidad de sus obras, sin embargo no todos sus contemporáneos podían entender su debilidad por sus experimentos científicos multifacéticos y a veces muy poco comunes. Ya entonces lo acusaban de herejía, ya que había en él algo más que las divisiones canónicas entre angelical y diabólico, obtenido de lo más profundo del abismo.
Parece que un experimento fino, escrupuloso, paciente, significaba para Leonardo más que la inspiración espontánea. Por medio de observación incansable trataba de introducirse en las leyes, lograr la esencia misma y unirse con el objeto, que era la meta de su imagen. Pero no sólo con los objetos se comportaba de esa forma. La persona misma, con su disposición interna del cuerpo, alma y el contenedor del espíritu, eran para él un objeto de investigación y conocimiento. La pasión de tal investigación venció sin vuelta, en Da Vinci, todas las demás pasiones humanas.
“… De la misma manera que Ptolomeo describió el mundo en su Cosmografía, yo describo el cuerpo humano, ese pequeño universo: el mundo en el mundo…”, escribe Leonardo. Como veremos más adelante, sus investigaciones anatómicas abarcaban mucho más de los límites de las ciencias naturales. Se elevaban a los conocimientos más ocultos de los iniciados del mundo precristiano, a los conocimientos de las proporciones divinas de los inicios de los conocimientos paganos, y algunos investigadores relacionan también las búsquedas de Leonardo con los misterios del Antiguo Egipto.
“Tal como es arriba, es también abajo…” — son las primeras líneas de la Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto,- primero y principal texto en la historia de toda la alquimia europea,- fueron matemáticamente elaboradas y descriptas por Leonardo.
Siempre para Leonardo da Vinci fue más importante al “cómo” antes que el “qué”: investigar, trabajar, compendiar, hacer experimentos, encontrarse constantemente en proceso, ese fue su auténtico estilo. Muchas veces se lo asocia a Leonardo con los Maestros Alquímicos, seguramente haber sido pensado, qué es lo que en realidad significa esto.
A aquellos locos que perdían todos sus medios y sus esfuerzos para obtener oro de metales comunes, Leonardo despreciaba abiertamente, llamándolos no solamente tontos, sino también personas dañinas para la ciencia. Si se hablara de Leonardo como alquímico, sería más bien sobre aquél, con el que sucedían transformaciones internas, a nivel de su energía y conciencia.
Sobre esto nos hacen pensar las anotaciones sobre Leonardo hechas por Melquisedec. Quien refiriéndose a él dijo, … “Es un eximio investigador de la geometría sagrada y del fundamento de los misterios del Antiguo Egipto, que presenta pruebas — manuscritos y dibujos — por los que se ve claramente que Leonardo llegó en sus investigaciones hasta la construcción de la matriz de la vida, encarnada en la así llamada Flor de la Vida: el idioma original del Universo, forma limpia y de proporciones”…
Melquisedec consideró como otro de los descubrimientos importantísimos al Hombre Vitruviano. “Lo primero que impresiona, cuando uno lo mira, es que se siente que de alguna manera especial estás alineado con él. Incluso si no surgiesen asociaciones y razonamientos intelectuales, sabemos que hay algo importante en él, una enorme cantidad de información sobre nosotros mismos”…
Los trabajos pictóricos de Leonardo da Vinci fueron infinidad de veces corregidos y copiados por indicación de la iglesia canónica. Actualmente, gracias a los medios y tecnologías modernas, tenemos la posibilidad de obtener el panorama completo de lo que era la vida y la adoración del Maestro. Aquí surge la sensación paradoxal: como si Leonardo ni siquiera escondiese sus ideas: todas están en la superficie, lo único que hay que hacer es examinarlas más atentamente.