David Hume
Las cosas de las que estaba hablando el filósofo escocés David Hume en el siglo XVIII, ya se hicieron realidad. El deseo de demostrar la libertad y no su verdadero entendimiento, ha despistado la conciencia humana en la dirección opuesta de la libertad. Para mí, Hume es un hombre que dedicó su vida al estudio de la conciencia, la mente y esto es lo que de hecho, define en él la persona real. Mientras nuestra conciencia no es idéntica a nuestros esfuerzos, nunca realizaremos nuestra naturaleza, porque la conciencia se conducirá solamente por las emociones.
David Hume (1711-1776) fue un filósofo, historiador, fundador de la Ilustración escocesa. Sus ideas llevan el desarrollo humano en un estado sensual especial. De hecho, aquí se trata de la transición de la cultura Celta que seguía a la experiencia sensorial, al análisis de esta experiencia.
Decir que Hume plantea el problema del conocimiento del espíritu humano a través del prisma de la experiencia, no sería del todo correcto, sería disminuir la escala de los temas abarcadas por él. En el tratado de la naturaleza humana, donde nos encontramos más con preguntas que con respuestas, se propone más bien un modelo de participación en la cognición, que la posibilidad de encontrar respuestas. Después de todo, la respuesta es un estado de deseo y entonces, afectivo. Lo deseado no se puede conocer, ya que desvía la persona emocionalmente de su enfoque al sujeto. Es decir, en este caso, no hay que ocuparse de los asuntos de la vida y el espíritu, sino mantenerse en esta pregunta y si quiere, ser uno mismo la pregunta. Expresarla en su existencia. De lo contrario nunca vamos a ser libres, limitados por el deseo de alcanzar el resultado final.
La obra de David Hume ni en su época, ni tampoco ahora, ha sido lo suficientemente estudiada. Pero, de hecho, su tratado de la naturaleza humana debe ser una clave para la comprensión y la toma de conciencia del cuerpo humano. Precisamente desde la posición de la toma de conciencia del cuerpo, en lugar de su conocimiento, ya que este tratado plantea más preguntas que respuestas.
Hoy en día, cuando la humanidad está olvidando cómo hacerse preguntas, la experiencia de David Hume es especialmente significativa. Por cierto, después de conocer algo, a menudo nos alejamos de la misma idea de la cognición. ¿Dónde está el estado de conocimiento? ¿Dónde está el ritmo? David Hume escribió: “La victoria se logra no por los hombres armados, no por los que dominan la lanza y la espada, sino por los músicos, trompetistas y tamborileros del ejército.”
La cognición no es sólo el estado de nuestros pensamientos, sino también el estado de nuestros sentimientos, nuestro espíritu. Incluso leyendo la misma cosa, todos somos diferentes según el estado en el que nos encontramos y por tanto, en nuestra experiencia. Y cuando una persona que no es capaz de experimentar el conocimiento o lo experimenta pero en mala calidad, nos impone sus pensamientos (alguien que tiene, por ejemplo, alta posición en el Estado), escuchamos sus palabras, pero no analizamos sus sentimientos. En consecuencia, ¡para nosotros es importante la reacción a las palabras, no el sentido que tienen!
Se necesita un patrón, una equivalencia en cada acto de cognición. De lo contrario, como dice David, prestamos atención no a la reflexión proveniente de las ideas, sino al deseo por una explicación, es decir, dejamos el método sin impresión, sin llenado.
El razonamiento de Hume acerca de los esquemas y sus vínculos, muestra la importancia fundamental de la conciencia, que debe, en primer lugar de formarse y no simplemente estar de acuerdo. No hay tiempo para decir “yo sé”, es más importante estar en un estado de “estoy conociendo”. “Yo sé” puede tener color y olor completamente diferente, que no sean los del conocimiento mismo. Y con nuestro “yo sé” empobrecemos no sólo el conocimiento, sino también a nosotros mismos.
Según Hume, es necesario establecer una regla diciendo que el vínculo entre todas las causas y efectos es igualmente necesario. Y si no se define algo, entonces para esto hay una razón, a la que se debe prestar atención. En este caso nos adentramos en conocerlo y no lo dejamos a un lado. Es peligroso cuando nos basamos en el formato de la imaginación de la masa, que es un formato arbitrario. Es decir, según Hume, no procedemos de nuestra experiencia, sino a partir de una imagen, que en cualquier caso será temporal, ya que no posee la experiencia y por lo tanto el esfuerzo del conocimiento en el tiempo.
Todo esto no será importante, sino por el hecho de que estamos adquiriendo hábitos de una percepción que no está dotada de conocimiento. Más importante para nosotros es experimentar el fenómeno que expresarnos a nosotros mismos, ser el mismo fenómeno. De esta manera nos privamos de las experiencias vividas de nuestras vidas, al mismo tiempo expresando diferentes ideas y dependiendo de ellas.
Como resultado, nos privamos de la herramienta humana (no desarrollamos la conciencia) y la herramienta espiritual (la fe toma carácter de emoción). Este proceso también cultiva y el comportamiento, que llevamos bajo el dominio de los afectos y no del juicio. Como resultado, todas nuestras acciones y toda nuestra vida se convierten en arbitrarios. ¡No se le puede enseñar a una persona a expresarse! Sólo uno mismo puede enseñarse esto. Lo que se debería enseñar son las herramientas de la expresión.
Pero aquí llegamos a otro modelo básico de Hume, la idea del naturalismo, que es la cuestión de hasta qué punto el hombre ha conocido a su propia naturaleza y hasta qué punto corresponde a ella. Desde la posición de Hume, debe primero tener una cierta objetividad, dónde podrá introducir su percepción subjetiva y sólo entonces, objetivarla. Los intentos de demostrar que estás en lo correcto no son necesarios, en primer lugar para nosotros mismos. De todos modos, habrá aquellos que estarán más preocupados por nuestra equivocación que por la suya, ya que el proceso de las emociones en el rechazo es más rápido y más fácil que el proceso del aprendizaje y la aceptación.
De hecho, todo lo que describió David Hume, lo experimentó de primera mano. La confrontación con la Iglesia (contra la que en realidad nunca salió), no le dio la oportunidad de hacer una carrera. Pero le ha permitido escribir “Diálogos sobre la religión natural”, en los que habla sobre la fe de manera muy interesante. De hecho, define la fe como una ciencia empírica, cuya base es la experiencia sensorial.
David Hume tiene una posición tal en el espacio de su tiempo, que escribir sobre él en términos de “nació, vivió, murió”, será una falta de respeto a este gran hombre con un espíritu, de hecho, inmortal. Trabajando con la causalidad a lo largo de toda su vida, él señalaba la destrucción a la que lleva el seguimiento ciego de unas consecuencias sin entender su causa. En efecto, mientras que la voluntad del ser humano está dirigida por las sensaciones y no por la razón, ¡que se puede decir! En todas partes debe haber una causa, incluso si es de un nivel supremo y ella tiene que ser guiada por el entendimiento y no por la repetición.
En general, David Hume no sólo creó las condiciones para el desarrollo del pensamiento correcto, sino, de hecho, formuló la idea de la forma céltica de existencia en la que los patrones y los nudos no son imágenes, sino causas.