Gottfried Wilhelm Leibniz
Gottfried Wilhelm Leibniz es el motor del pensamiento alemán.
La filosofía alemana es sistémica y su fundador es exactamente Leibniz. Sus escritos sobre la metafísica, la naturaleza de las experiencias de la mente humana son la base de la interpretación sistémica de la realidad que hace este hombre un gran pensador, destacándole junto con Espinoza y Aristóteles, en el espacio de la misma categoría de conocedores del espacio.
Su percepción del mundo es atemporal, él interactúa con la misma facilidad, y con la antigüedad, y con el presente. Una vez dando la comprensión de Pitágoras, otra vez entrando en polémica con Bacon. De hecho, Leibniz fue capaz de hacer de la filosofía una ciencia aplicada y lo más importante, destacó lo mismo en las obras de otros filósofos, a menudo dando una comprensión y solución de los problemas que ellos marcaron. Él justifica todo con lo que se enfrenta, desde los estanques y la arquitectura de un palacio, hasta la idea de la conciencia mundial.
De hecho, él es el primero, a la mente de quien llego la comprensión de las ideas de los antiguos filósofos y matemáticos que construyeron la idea del Principio Divino. Él colocó la mente humana, el alma, los animales e incluso, Dios mismo, en una mónada y mostró su valor atemporal.
Su idea de la conciencia traspasante todavía queda infravalorada. Él exploro la conciencia como una experiencia atemporal. Esto significa que la conciencia del hombre nace antes que el hombre mismo. Por consiguiente, el proceso espiritual no sólo se puede detectar, sino también evaluar y por lo tanto, cambiar. Es decir, si el nacimiento de un hombre está predestinado, esto no significa que su vida y experiencia no podrían cambiar su destino.
Se podría decir que Leibniz a través de sus trabajos abrió la lucha con el esoterismo y la mistificación de los procesos naturales. La naturaleza es física, lo que significa que debe ser explicada. Si existe la razón, entonces su existencia tiene una justificación. Si existe Dios, entonces existe algo que puede conocerlo.
Respeto especial llama el esfuerzo de Leibniz por revivir la geometría o sus fragmentos, estableciendo en ellos la idea de la Unidad. En este caso, las ideas de Leibniz se cruzan con las disposiciones de los pensadores taoístas de la condición de la Unidad a través del prisma del justo medio. Resulta que en la naturaleza no hay fin, sino hay transición de un estado a otro.
Leibniz muestra una actitud interesante al concepto de la libertad. Para él, la libertad no es un concepto que puede ser declarado, sino es un valor que se puede generar y hacer crecer. Es decir, la libertad es física, no es cuestión de deseo. Por lo tanto, dándole libertad al hombre, estamos, de hecho, privándolo de su libertad. Si quiere ser libre, entonces debe privarse de lo que destruye a uno (por ejemplo, el mal y la pereza). Un hombre cargado de fuerzas destructivas, no puede ser libre. Entonces la libertad es algo que se puede enseñar, no una condición, cuestión de deseo. Y si uno realmente quiere entender la libertad, tiene que deshacerse del esclavo y decir "no" a las emociones y reacciones que le destruyen. De hecho, si una persona se caracteriza por términos como la tristeza, el hambre, la agresión y así sucesivamente, por definición, no puede ser libre.
En general, el Gottfried Wilhelm Leibniz es un verdadero genio: lo que no podía comprobar, lo sometía al razonamiento con el fin de revelar la verdad y no se contentaba con sólo apuntar a ella.
A pesar de su talento y rendimiento, la vida no estaba mimando a Leibniz. Vivió en una época de incertidumbre y dificultades económicas, que existían en Europa en general y en la retrasada Alemania por aquel momento, en particular, después de la Guerra de los Treinta Años. Sin embargo, con toda probabilidad, algún papel han jugado, las diferencias religiosas entre católicos y protestantes.
Leibniz (conocido como Leibnyutz hasta los 20 años) nació el 01 de julio 1646 en Leipzig, unos años antes de la finalización de la Guerra de los Treinta Años. Desde su infancia, su madre Katherine le inculcó el hábito de hablar sólo de cosas buenas, ejerciendo sobre él una gran influencia en sentido de calidad. Formó su relación con las personas y las cosas, que para Leibniz se convirtió en un fundamento en la vida.
De hecho, esto ha formado en él una actitud a la educación, orientada a la busca del significado, alejándose de la crítica y la disidencia. Esto le permitió seleccionar fácilmente ciencias como las matemáticas, la física, la filosofía, el derecho, la ciencia, la alquimia. Se cree que Leibniz desarrolló el primer ordenador, pero las circunstancias no le permitieron llevar a cabo su investigación.
A los veinte años Leibniz se graduó de la Universidad. Sin embargo, estuvo más interesado no en los alcances de su tiempo, sino en los misterios de Egipto y Jerusalén. Como los Caballeros Templarios, él estuvo obsesionado con el conocimiento de los misterios, cuya solución, a su juicio, estaba en estos países. Se cree que indirectamente provocó el interés de Napoleón en este asunto.
Sin embargo, fue capaz de desentrañar los misterios de la antigüedad en cuanto al espacio: que este es un valor teórico y que está sujeto al ritmo. El ritmo no está sujeto al tiempo, sino a la dinámica. Esto condujo a Leibniz a la Teoría de las Mónadas, en la que dividió el mundo entero en unidades dinámicas, más o menos proporcionales. Aquí se destaca especialmente su percepción de la conciencia, a la que asigna una causa de existencia. Esto significa que, de hecho, la presencia del cerebro no determina por sí misma la existencia de conciencia en el ser humano.
La conciencia es una condición definida por las propiedades de la percepción racional, que debe convertirse en una forma de pensar racional. Esto significa que si una persona no se orienta en procesos complejos, no domina la habilidad de pensar, entonces no vale la pena tratar de dominar estos procesos. En cambio, es importante entender los conceptos más simples y aprender a manejarlos.
Aquí, de hecho, se encuentra el corazón de la educación, que enseña a conocer, no a informarse, es decir estar en un campo adecuado, donde el pensamiento se realiza en vez de estar explotado. Si un hombre quiere crecer en su comprensión y conocimiento, entonces él tiene que desarrollar su atención o vigilancia, es decir, llevar la conciencia a una comprensión equivalente, lo que conduce al desarrollo del enfoque. Y sólo la mente enfocada puede ser dotada de experiencia. Esta es una condición necesaria para la realización de la persona.
Aquí tenemos una condición que no sólo define al hombre como persona, sino que también resume su vida. En primer lugar, debemos revelar en nosotros lo humano, identificarnos con nuestra conciencia y en segundo lugar, tener la experiencia de vivir en la conciencia de la identidad.
¿Qué observamos hoy? La humanidad nunca reconoció la verdad de Leibniz, algo que iba a ser la base del proceso educativo, por lo tanto, la humanidad firmó su discapacidad, dividiendo la vida en blanco y negro, colocando la contradicción como base de su existencia.
En realidad, la humanidad no explica nada racionalmente, sino interpreta el mundo de modo emocional. En general, no está claro cómo podemos hacerlo ahora, porque el pensamiento racional está en profunda contradicción con la existencia emocional y el cerebro está sujeto a las emociones.
Sin embargo, incluso en el momento en que Leibniz fue bien recibido en muchas casas reales (Francia, Alemania, Holanda, Inglaterra), no logró tener un impacto serio en las mentes de sus contemporáneos.
Y ni siquiera la experiencia, como la más racional de las acciones, que requiere la participación del esfuerzo humano y su actividad en el tiempo (la experiencia, por cierto, llevó a Leibniz a la alquimia), no se convirtió en una fuente de investigación y análisis. Es una pena, ya que precisamente la experiencia construye a la persona, independientemente de si tiene un resultado externo o no, un resultado interior tendrá siempre. Y, por cierto, en este sentido la alquimia es una ciencia exacta, no una pseudociencia, como la presentan aquellos que no entienden la esencia de la experiencia y sobre todo, la vivencia de la realización del espacio de la experiencia.