¿Quiénes son los yoguis? Parte 2
En la primera parte del material "¿Quiénes son los yoguis?", consideramos los niveles de los yoguis y la problemática actual de este tema. Ahora vamos a razonar acerca de la percepción que tiene el hombre occidental de los yoguis.
El hombre occidental conoce el yoga nada más que 100 años atrás. Y sin tomar en consideración su larga, profunda historia y filosofía, se percibía y sigue percibiéndose hoy en día mayormente desde la posición exclusivamente de la experiencia occidental y no oriental.
En la base de la doctrina del yoga está "Upanishad", tratados meditativo-contemplativos que además de que llegaron a ser accesibles a los europeos hace poco tiempo (en gran parte, gracias a Anquetil Du Perron), todavía no puede ser percibido por la consciencia europea, acostumbrada al material informativo-cognoscitivo.
En general, independientemente del modo de razonar acerca del yoga, su especificidad consiste en el factor personal: en quién habla y en quién escucha. Y además existe una gran cantidad de personas que no escuchan, sino que simplemente hacen algo a lo que llaman "yoga". Además, la parte de aquellos "interesados" prevalece y esto es una especie de "capa de protesta". Y éstos necesitan la idea de Che, pero en qué consiste ella, de hecho, no importa, lo importante es que haya protesta. Otro tipo de personas que entrenan son las "sobrecargadas de prana", o las que han obtenido algunas sensaciones, a las que han dominado, convirtiéndolas en, por así decirlo, drogadictas pasivas.
A su vez, el yoga es un concepto bien claro y voluminoso acerca de la conexión de la consciencia, el cuerpo y la energía. Debido a esto, el que comienza a entrenar cae de inmediato en tres trampas: la trampa del cuerpo, la trampa de la energía y la trampa de la consciencia. La más peligrosa es, por supuesto, la trampa de la consciencia que se apoya en el dogma. Pero aquí, por extraño que parezca, aparece la dificultad básica: "¿Dónde está este dogma? ¿Quién lo comprende? Y, ¿tienen suficientemente desarrollada la consciencia los que entrenan yoga, para comprender qué, en realidad, hacen?".
La respuesta es simple: el yoga desarrolla el sentido de pertenencia a un campo determinado alternativo de existencia. Básicamente, al yoga se dedican capas de protestantes, los que no se adaptaron mucho a la sociedad o los que no quisieron acostumbrarse a ella, en absoluto. Se trata de gente que se ha aplazado para "más tarde". Hasta cierto grado son personas mentalmente "congeladas" con punto de vista estética como el de Rudolf Steiner.
De todos modos, el producto "yogui bajo la salsa occidental" no encaja de ninguna manera en la naturaleza de la existencia del hindú que no sólo nace con la mentalidad del yoga, sino que además vive en el espacio de esta mentalidad. De esta manera, uno de los factores más importantes para la consolidación del yoga en el mundo occidental, llegó a ser la quita de la responsabilidad de la propia vida. Esto se parece mucho a la posición analítica en el hinduismo, pero la diferencia consiste en que los yoguis hindúes asumen toda la responsabilidad del proceso de preparación para el renacimiento.
Y resulta que en el mundo occidental, el yoga se desarrolló en la base de la persona protestante y no de la reflexiva y enjundiosa. Y justo este ritual protestante es la base de aquello a lo que hoy en día la gente llama "yoga". Pero, ¿es este protestante capaz de comprender el yoga? ¿Comprender la enseñanza? ¿Por qué cosa lo necesita esto?
Mientras que uno no reconstruya su consciencia en general, no importa qué hace, dado que no se acerca a la esencia del yoga. No se debe llamar "yoga" a la propia insatisfacción encubierta por un sistema esquemático. De aquí surge la gran cantidad de especulaciones sobre el tema del "desarrollo espiritual" que desde hace ya mucho tiempo se convirtió en biombo para los ignorantes, un pretexto para jactarse de cierto papel sublime.
¿Por qué no analizan el yoga, personas capaces de pensar? Y si queremos hablar de la transición real del yoga al nuestro mundo occidental, entonces sería más interesante llamarnos a la experiencia de los jesuitas (y la obra del fundador de la orden Ignacio de Loyola), los que de hecho, crearon un yoga occidental real basada en el pensamiento y la concepción consciente. Al fin y al cabo, en su orden todo se fundamentó en la doctrina religiosa. No queda claro a qué espera el yogui moderno occidental, puesto que son personas aisladas las que pueden explicar, por lo menos a sí mismas, qué hacen y por qué.
Está claro en qué confía el hindú: simplemente sigue. Desde su nacimiento, sigue. No le interesa esta vida, simplemente la sigue. Y el yoga, en este caso, le ayuda… El yogui occidental no sigue. O está protestando o la está gozando. Aquí no sólo faltan conocimientos, sino que incluso la creencia es dudosa. Cualquier camino implica fundamento o argumentación. ¿Quién en el mundo occidental prepara una atmosfera para el yoga? ¡Pues, nadie! ¿Por qué el revolucionario necesitará una atmósfera? Éste necesita ya sea un movimiento, ya sea una reacción, porque el revolucionario no es creador, es destructor. Resulta que los yoguis modernos (con pocas excepciones) no han creado su propio yoga y además lo han tergiversado verdaderamente.
La profundidad de la filosofía védica no puede ser conocida por mente débil. Es imposible saltar de la vida incontrolada a la experiencia controlada. La consciencia occidental necesita un método y no simplemente seguimiento. ¿Quién dominó este método? ¿Acaso 2% de la masa general? Bueno, ¡10%! La bola de los yoguis inadecuados se puso en marcha en tan magnitud que desde hace mucho tiempo perdieron el contacto entre sí. Éstos son revolucionarios mentales que se esconden detrás de la tradición de la experiencia espiritual con la que no tienen nada que ver.
¿Cómo uno puede hacer la práctica Pranayama o meditar cunado su cerebro no está preparado, cuando no está preparada la condición para el manejo? Se produce una quema de energía masiva lo que lleva a euforia que aceptan como iluminación espiritual. Claro que cualquier acontecimiento puede ser llamado cósmico, pero no hay que confundir la práctica con el ejercicio. El ejercicio es lo que le quita el tiempo a la persona que lo realiza. Además existen entrenamientos, cuando los ejercicios aprendidos no impiden a la mente repetirlos, bueno igual que no le ayudan.
¿Por qué hacer yoga?
Vamos, a pesar de todo, a tratar de entender por qué uno debe hacer yoga. ¿Qué piensa una persona que empieza a dedicarse al yoga, del mismo yoga? Pues, en general, no piensa nada. En la cabeza de unos 70%, no, 90% de la gente que va a entrenamientos, la idea del yoga es nada más que un conjunto de ejercicios (asanas), que hace al que entrena, un yogui.
En realidad, en el mismo inicio se realiza la sustitución de la idea del yoga, donde la persona que hace los ejercicios recibe la profesión de "llevar la alfombrita" o cuerda para limpiar las ventanas de la nariz, puesto que es lo único que le distingue de los demás. Bueno, tal vez también ayuda la mirada pensativa, perdida en el concepto del Camino de Yama y Niyama. El resto es, como dicen, casualidad, gusto y tiempo.
Por supuesto, cada uno debe ser responsable de su elección. Como se suele decir, a lo hecho pecho. Pero la dificultad aquí consiste en la idea misma de la responsabilidad que sólo se reglamenta pero no se expresa por la naturaleza del ser humano moderno.
¿Qué es lo que reciben las personas que entrenan? Cuerpos relajados, respiración relajada, cabeza relajada. Y si los primeros dos puntos (si están alcanzados) no provocan ningún tipo se objeción y simplemente son necesarios para el hombre occidental y, en general, contemporáneo, entonces el tercer punto provoca mucha preguntas. Y esto es, probablemente, lo más importante para el logro de las vivencias supremas, pero además es lo que debe ser gobernado por la persona.
En el campo del yoga clásico, el relajamiento de los pensamientos es la salida y la negación de las vivencias humanas, o sea la creación de condiciones para el logro de Samadhi. Para el ser humano moderno que sigue viviendo en la sociedad, esto se parece al comportamiento de un tonto, es decir la incapacidad de correlacionar la fuerza de la consciencia con las tareas de la vida.
La tarea del yogui es alcanzar el estado de Sattva (estado de armonía, que se basa en la Unidad vital o en Samadhi). Y ésta es la comprensión natural del camino tradicional. La mente occidental ha sustituido Sattva con Rayas (rabia, pasión), haciendo del yoga un estado de lucha, salida, aislamiento. Al no entender y al no conocer las leyes de la Naturalidad, muchos maestros empezaron a enseñar yoga sustituyendo una pasión con otra.
De esta manera, el logro supremo, el logro de Nirvana, se convirtió para los yoguis modernos en una pasión espiritual específica que, por supuesto puede llegar a ser la misma Nirvana si éstos consiguen superar la infancia, o sea Tamas (inercia, ignorancia, estupidez).
Yoga occidental es un acto del individuo
El yoga para la persona con pensamiento occidental donde, de hecho, incluso los que son capaces de pensar son unidades, esta cuestión es estética, física, mental, pero no espiritual, en absoluto.
Los seguidores occidentales repitan fácilmente vocablos como "Prana", "Samadhi, "Chakra", "Nirvana", pero no comprenden la esencia y lo principal, no comprenden las tareas de estas expresiones bien voluminosas.
Como resultado, el yoga se descompuso en diferentes tipos de subcategorías, donde lo principal fue no el yoga mismo, sino que la persona que lo enseña. Pero sólo uno de cada cien instructores tiene la experiencia necesaria de permanecer en la práctica llamada "yoga" y puede asumir la responsabilidad de lo que hace. Básicamente, el yoga se enseña por chicas o mujeres insatisfechas, tratando por lo menos de posicionarse en la sociedad.
Resulta que en un instructor o maestro calificado corresponden cien entusiastas inacabados de yoga, que enseñan técnicas de respiración, estiramientos, meditación, rítmica, power yoga, etc., pero sin tener idea real del yoga y sin la experiencia necesaria. El yoga empieza donde hay unidad e integridad necesarias y no donde hay sala de yoga y alfombritas. Y los que participan en estos entrenamientos y hacen ciertos ejercicios, empiezan a considerarlos como "yoga".
De hecho, tenemos una situación en la que el yoga es algo raro no sólo de la mente occidental, sino que, lo más interesante, siendo exportada ya de vuelta a la conciencia oriental, el modo de enseñar el yoga se ha simplificado mucho para los que, en general, no están preparados. No obstante, esto no resultó muy difícil, dado que la masa de los jóvenes simplemente se esfumó en el vasto espacio de la India, creando para sí un paraíso donde vivir de gorra como por ejemplo Goa, que, de hecho, muestra qué, a quién y para qué lo necesita.
El yoga como ciencia de la naturaleza dejó de existir en la mente del mundo occidental que se desacostumbró, de hecho, no sólo de pensar, sino que además de leer. El intento de empujar el ciudadano al concepto "Yama—Niyama" no se distingue en nada del "Código Moral del Constructor del Comunismo" y tarde o temprano dejará de llamar el interés de unos 80% de la gente.
Para percibir el yoga, es necesario cambiar su consciencia y modo de pensar, pero en este caso no nos servirán persuasiones, eslóganes y citas. Esto implica conocimientos y no jugar de "meditación", asanas o pranayama. Es imposible adaptar y aplicar ni un solo de los caminos del yoga a la consciencia no dotada de Enfoque. En el mejor de los casos, será únicamente una imitación.
El yoga es muy complejo para el razonamiento de los ignorantes. Sin embargo, el razonamiento es también un Arte. Por mucho que queramos, si tenemos ganas de entender de verdad qué es el yoga, debemos entender las cuestiones, en general. Debemos ser un poco más pacientes y saber aprender y no considerar la alfombra y el conjunto de ejercicios (asanas) como una realización del yoga. En general, estoy en contra de que el yoga sea enseñado por alguien que está débil en su cabeza y en general hizo poco en su vida para su propia construcción. Por eso, de todos modos, el yoga moderno necesita, en primer lugar, una personalidad.
25 septiembre 2011