La Simetría perfecta
Lo más cercano a la simetría ideal, entre los cuerpos físicos, son los cristales, pero en realidad, ella puede ser realizada únicamente por el ser humano que ha generado un esfuerzo energético uniforme en el cuerpo. Sólo en este caso, uno puede sentir la Simetría. Esto significa que la Simetría debe poseer obligatoriamente un Eje.
El Eje del ser humano abre ante él capacidades que habían quedado invisibles hasta este momento. El cambio y el desarrollo del cuerpo que posee un Eje se distinguen decenas, incluso centenas de veces, del desarrollo del cuerpo que no tiene Eje. La persona logra una vivencia desconocida, relacionada con una generación constante de energía en el cuerpo que mantiene el Eje.
La Simetría tiene diferentes niveles y órdenes, relacionados con el ángulo de torsión de la energía. Una persona puede lograr 32 órdenes simétricos en un espacio tridimensional. Pero incluso la presencia de un Eje no correcto hace del hombre un individuo diferente. El Eje del ser humano es un concepto físico, determinado por la frecuencia de la energía.
Al formar el Eje, uno verifica la capacidad de existir en un cuerpo de otra clase diferente de energía, diferente en su estado físico y construcción, después de lo cual el Eje puede abrirse conforme a la ley del abanico. Basta sólo con desplegar el Eje más de 90 grados, o sea, crear un ángulo obtuso, para que la persona pueda convencerse de la existencia energética como algo diferente de la física.
Lo más importante consiste en que al tener un Eje, el hombre obtiene la posibilidad de aumentar la energía en un orden diferente, es decir hacer crecer en sí otro modelo cristalino. En este proceso ejercen influencia las Leyes de la Proporción que determinan la forma del crecimiento, y este modelo proporcional debe ser en forma de cubo. Por otra parte, esta forma también es imperfecta, pero por lo menos nos da una comprensión del crecimiento, ya que consta de dos ángulos importantes en 30 y 60 grados, lo que permite al cuerpo trabajar en extensión y compresión.
El modelo perfecto es la esfera, que permite al ser humano lograr el ángulo de 45 grados, que puede al mismo tiempo cultivar y retornar la energía. Pero esto es una consecuencia. Lo más importante es que al crear el Eje, obtenemos una nueva Orientación de existencia. Para alcanzar el Eje, debemos comprender el cuerpo como una estructura íntegra y si por su naturaleza esta estructura está fuertemente alterada, entonces debemos apoyarnos en las Leyes de la Proporción.
Por naturaleza, el ser humano es un modelo dual; por eso mientras que no hayamos construido el Eje, no podremos cambiar nuestro modelo y comprender el volumen en el que podríamos existir. Incluso si tenemos un centro, no podremos estar completamente “armados” debido a la falta de ángulo. Y este ángulo es creado por el mismo Eje.
Al tener un Eje, no sólo adquirimos una oportunidad de trabajar con otros tipos de energía, sino que también mejoramos los enlaces moleculares del cuerpo físico. Las transformaciones que logramos obtener de esta manera cambian el destino, la naturaleza con las que hemos venido a este mundo. Desde este momento empezamos a apoyarnos en una energía de más alta calidad que puede transformarnos nueve veces (podemos transformarnos sólo a través de los ocho Ejes y el Centro, según la Ley del espacio tridimensional).
Así que la presencia del Eje, además de la vivencia del estado extático que obtenemos mediante la creación de un órgano nuevo, se inicia la escala progresiva de desarrollo, en la que el proceso de la generación y transformación prevalecen con respecto a los procesos de destrucción y opresión y hasta los reduce a cero.
El sistema perfecto para la construcción del Eje es el sistema Bagua que está orientada al desarrollo del Eje y a la orientación al Eje en el proceso del desarrollo.
06 noviembre 2011
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