Los ochos parches de Nasreddin Hodja
En el pensamiento sufí hay tres linajes, el individual (no religioso que ha dado origen al concepto de “derviche”, o sea, el alejado de lo rudo), el persa (basado en el zoroastrismo) y el árabe (basado en el Islam).
Al empezar a estudiar la tradición sufí, debemos entender que sin la capacidad de comprender el pensamiento árabe o islámico, será difícil incluso sintonizarnos con lo que hoy llamamos sufismo. ¿Por qué? Puesto que es un estado de superconsciencia, donde simplemente no hay lugar a una mente débil. Se trata de la debilidad de la mente, la que entrenan con todas las herramientas posibles del sufismo, la principal de las que es el Dhikr.
Este enfoque define el concepto de la individualidad en el sufismo, donde cada derviche comienza a obedecer o al Barakah (es decir, se hace independiente), o a la Orden, que es un paso más ideológico que práctico. Es decir, todo depende de hasta qué grado el adepto está relacionado con el derecho canónico (figh) y cómo lo percibe. Nos guste o no, hoy percibimos el sufismo desde el punto de vista de la época en la que, el concepto del Sufismo fue aceptado por el Islam, por lo cual, le reivindicó sus derechos. Tal vez, esto pasó después de los intentos del hasidismo de legitimar su derecho a liderar el sufismo.
El sufismo es muy importante por su lenguaje o mejor dicho, por la condición en la que se construye el pensamiento de orden superior. Aquí, sin duda debemos buscar la respuesta en el idioma persa. Es un idioma no lineal, en absoluto, incluso en su uso mundano, no se puede considerar como lineal. Es una lengua orientada al desarrollo del esfuerzo superconsciente, es una lengua contemplativa. Por supuesto, el idioma árabe sigue cumpliendo con las funciones del persa (el período de su formación es la segunda mitad del siglo VIII).
El pensamiento sufí está basado en una medida rítmica determinada, que mantiene las funciones superconscientes del hombre, es decir, el estar del adepto en la iluminación o en un estado de pre-iluminación. Resulta que la cuestión aquí consiste en que precisamente este estado predeterminó la formación del sufismo, el que ofreció una forma determinada de asimilación y transformación.
A esto nos señalan los diferentes alquimistas árabes. Por ejemplo, Afzaluddin Kashani Suhrawardi, conocido como Babi Afzal, en su obra “Etapas de perfeccionamiento”. Por lo tanto, el sufismo es un esquema que permite al talik a conocer la naturaleza de lo divino y no sólo unirse a esta naturaleza, sino también usarla para su transformación.
Aquí nos ayuda el gran filósofo árabe Averroes, quien en sus escritos demuestra la idea del perfeccionamiento del esquema. Y lo más importante es que el esquema limita la cantidad de los que se pueden considerar como Sufí. Su idea consiste en controlar los altos estados de trance y no caer en un trance.
Esto, de hecho, es la esencia de la revelación, que en los alquimistas árabes tiene su equivalencia metafísica. Así, Abu Bakr Muhammad ibn Zakariya ar-Razi presenta el muy interesante "principio de solubilidad" o la idea de llevarse uno a sí mismo al principio del manejo de los tres mundos. Es decir, él habla de cierta conexión práctica del pensamiento con el logro del resultado y la adquisición de la Revelación. Este es el resultado de un esfuerzo determinado que distingue el Sufí de los demás.
Las ocho piezas (parches) del Sufí
El primer parche: la no-distracción. Evitar las acciones que llevan a una distracción de la consciencia hacia el mundo exterior. El principal problema del seguidor no consiste en si está en el Camino correcto o no, sino en lo que lo distrae. Resulta muy difícil sintonizarse al Camino en movimiento, si todo el rato nos distraemos por el mismo movimiento. Es necesario saber la diferencia entre el Camino y el movimiento en el Camino.
Pero primero debemos aprender a movernos independientemente de qué Camino seguimos, porque, de hecho, es la distracción la que nos impide movernos. Como resultado, creemos que nos estamos moviendo y creemos que seguimos cierta Enseñanza o Tradición, pero resulta que esta es solo una de las distracciones.
El segundo parche: la vivencia del proceso.Determina la capacidad de experimentar los procesos, resultado de la capacidad de liberarse de lo que nos distrae del movimiento. El movimiento debe ser una vivencia que nos permita como mínimo, corresponder con las tareas y como máximo llenarnos con estas tareas. Sólo aprendiendo a experimentar, seremos capaces de armonizar el esfuerzo y las características del nuestro espacio interno.
El tercer parche: la contemplación.Al aprender a prestar atención a nuestras acciones, no sólo empezaremos a estructurar de mejor calidad nuestra vida, construyendo la disciplina de las acciones, sino también cultivamos la contemplación. Este es un momento importante en que no sólo experimentamos el proceso, sino lo mantenemos en el esfuerzo de la atención creado por nosotros. Más aún, hacemos más fina la vivencia y conservamos sus propiedades.
El cuarto parche: la luz. La esencia de la doctrina sufí es la transformación de la obscuridad en luz; el cambio no sólo de sus propias cualidades, sino también del espacio. Por eso, es importante corresponder a un nivel de vibración específico. Es necesario ser creador del mundo.
El quinto parche: la organización.Organizarse a sí mismo, la organización del propio tiempo, es un Arte que permite conectar dos conceptos importantes en nuestra vida, el tiempo y el espacio. La persona se pierde en el espacio y no controla el tiempo. Por lo tanto, no se ajusta a las leyes de la existencia, sino actúa sólo como una parte no controlada de ella. La capacidad de organizarse según las leyes del tiempo y en las leyes del espacio es la capacidad de llenar con su luz lo que puede cultivar esta luz.
El sexto parche: la adquisición.El Camino sufí es el Arte de adquirir conocimientos. El Arte de adquirir conocimientos es una acción magna y sagrada que permite al Sufí estar en relación con el espacio, presentado por el nivel material de la objetividad.
El séptimo parche: el ritmo. La interacción con el ritmo, o mejor dicho, su expresión, es la capacidad de trabajar con un punto, que el Sufí mantiene constantemente. Es una realización espiritual, que tiene la experiencia en la representación y en representarse a sí mismo. Es el dominio de otra forma de pensar, es un proceso de pensamiento franco, que no se separa de la claridad.
El octavo parche: la Revelación.La Revelación es una detención. Esto es lo que se consigue después de un pensamiento franco. Es una fuente de claridad y comprensión. La detención es la posesión de la Revelación, cuando la consciencia no es sólo abierta, sino abierta y controlada. Esto es la comprensión suprema de la realidad a través del Arte de la realización.
Preguntas y Respuestas
Si consideramos el proceso de la iluminación como fisiológico, explique, ¿qué declara el sufismo al definir el término “iluminado” (arif) en cuanto al desarrollo del hombre, la condición cualitativa entre los niveles de “estudiante” y “Mentor”? ¿Qué grado real de cambio y transformación caracteriza esta condición?
No podemos decir qué declara el sufismo, incluso debido al hecho que hay pocos que escuchan y muchos que repiten. La tarea del Sufí es desarrollar un cerebro unido. Esto significa ser capaz de permanecer en la iluminación y no sólo lograrla. Estas son dos diferentes condiciones y cualidades. El Sufí en su naturaleza es un aprendiz y por muy extraño que parezca, él no puede tener un Mentor, por definición. Él sigue y aprende de todo y de todos. Ofreciendo al Sufí un Mentor, devaluamos el mismo concepto “sufí”. Sin embargo, esto no significa, que él no siga a nadie. Él sigue no por la definición, sino por la calidad. Esto tiene su razón, ya que es peligroso considerar a alguien como Mentor, sin conocer la naturaleza del Camino. Al conocer esto, uno crea la armonía de la interacción, en la que la enseñanza y el Mentor son un proceso de interconexión y no sólo una definición. Esta interacción debe ser captada por la consciencia y ella la mantendrá, porque tiene la clara comprensión de su valor y no simplemente la proclama.
02 abril 2013