La excitación
La vida, así como la percibimos es una imagen formada por la capacidad de nuestra mente de engancharse y procesar las frecuencias de las energías a nuestro alrededor. Resulta que todos los procesos en nuestro cuerpo son un seguimiento consciente o una elección consciente. Pero, ¿por qué, entonces, nuestra mente cae dependiente de unas sensaciones como el hambre o la excitación sexual? Es decir, por razón alguna nuestro cerebro lo quiere, o ¿será que ya carecemos del derecho de elegir?
La razón es muy simple: nuestra consciencia depende de los procesos que queman la energía, convirtiéndose de esta manera en su fuente de alimentación. Es decir, el pensamiento de las personas es un proceso acumulativo, que depende de su sintonizaciones simples, complejas o superiores, donde este proceso se basa en la fuente de nutrición que necesita.
La consciencia del ser humano moderno ya está obligada a basarse en los tipos de excitación con que su mente es capaz de sintonizarse y reproducir. Si esta sintonización es, digamos, primitiva, o sea el cerebro no puede concebirla, entonces ésta no solo dependerá de la excitación, mayormente la sexual, sino que además tratará constantemente de sentirla. Y debido a que con esta agitación uno puede entrar fácilmente en resonancia, es la sensación que más predomina en nuestra mente. Este factor está relacionado con los parámetros temporales del cuerpo y todas las instituciones de la vida social lo están desarrollando: desde la educación, construida sobre la excitación, hasta el descanso.
Este hecho muestra muy bien el carácter primitivo de la sociedad en la que vivimos. Pero, al mismo tiempo no resulta muy fácil cambiar su sintonización con una dependencia a otra. Vamos a considerar unos ciertos aspectos externos y la vida en general. Para los hindúes, la muerte es una vivencia, es alegría de la existencia después de la muerte, es decir para él la muerte no existe como tal. Para los cristianos es una amargura, pérdida, dolor y el final de todo.
En realidad, ¿cuál es la diferencia entre ellos? Pues, es la percepción distinta que su cerebro tiene de la vida y las vivencias. Es decir, en nuestro cuerpo existe un bio-mecanismo, que nosotros mismo predeterminamos. E independientemente del nivel, el cerebro cae también bajo esta dependencia. Simplemente, en uno de los casos, él sirve a estos procesos, mientras que, en el otro, éstos a él. Indudablemente, la excitación incontrolada y no regulada forma una dependencia física en el cerebro, donde la excitación sexual es la que predomina dando a la persona una satisfacción temporal, devorando al mismo tiempo el cuerpo y la mente. Desde luego, tenemos que aceptar unos valores de la naturaleza, pero al no comprender que existen naturalezas de distintas cualidades, entonces formaremos parte de la corriente de un solo tipo de pensamiento.
En este caso resulta bien difícil salir de esta situación y buscar otro modelo de comportamiento, incluso si nos damos cuenta de las condiciones en las que estamos. La cuestión no consiste en qué pensamos, sino que cuál es la fuente de la alimentación de este pensamiento. Y no importa si queremos fuertemente tomarle el control en nosotros mismos o dar un significado espiritual a la expresión de la excitación, si no logramos fortalecer nuestra consciencia y cerebro a través de ella, no podremos cambiar nuestra naturaleza.
Sin embargo, hasta que no obtenemos una percepción consciente sobre del plano de la excitación, hasta que no comprendemos aquello de lo que dependemos, ¿cómo podremos conocer el fundamento de un distinto pensamiento? Cualquier pensamiento toma de base unos hachos que para él son verdaderos, que existen. Pero esta base es de origen desconocido. Por lo tanto, hasta que el hombre no aprenda a discernir y cambiar en sí los diferentes tipos de excitación, seguirá siendo un rehén de uno de éstas, donde la dominante es la excitación sexual.
03 enero 2017