Cómo hacerse rico o la pobreza del cerebro
La cuestión de la riqueza se basa en el valor de la vida. Éste es aquello que determinamos nosotros, aquello que determina nuestras vivencias y nos alimenta. Pero, por otro lado, puede ser simplemente una reacción al valor de la vida o solo seguimiento de un orden habitual. En este caso, no será algo que nos enriquece, sino a lo que reaccionamos.
Para muchos esta pregunta se basa en adicciones y deseos acumulados, y aquí no están presentes la concientización y el análisis, sino son solo reacciones a los deseos que quita la energía del cerebro. Enriquecimiento sin la comprensión de cómo y de qué nos hemos enriquecido es, en el mejor de los casos, un acaparamiento.
La conciencia debe formar una comprensión de lo que es la riqueza, debe formar nuestra actitud hacia esta riqueza y la capacidad de adquirirla. Pero un cerebro sin energía y con poca conciencia no permite a la persona pensar. Y aquí la principal dificultad es la capacidad de definir por sí mismo qué es el valor. ¿Cómo sin eso uno puede hacerse rico?
Aquí, de hecho, nos encontramos con la palabra “pensar”. La incapacidad de pensar no nos permite tanto guiarnos por el concepto de riqueza como por la riqueza misma. A decir la verdad, el pensar es una función multinivel. Y al principio es eso lo que debemos comprender, dado que el pensamiento es no solo la capacidad de analizar, contemplar o pensar, sino también experiencia en la disciplina de las acciones.
De hecho, la riqueza, como el pensar, es también una función en la que se combinan el proceso de posesión, los valores materiales y su uso. El peligro incluso de operar con la palabra “riqueza” radica en la incomprensión de la energía del tema, cuando la adquisición de algo o simplemente el deseo de adquirir algo se convierte en un eslabón en la cadena de destrucción de nosotros o del espacio. Además, a menudo en la riqueza existe un acto de adquisición o consumo, que impone una especie de “publicidad” a uno mismo o a los demás.
Una persona, habiéndose salido de la zona de responsabilidad consciente no solo de sus palabras y pensamientos, sino también de tomar decisiones, puede hablar sobre sus deseos, pero al mismo tiempo sólo perfecciona su incapacidad. Y las conversaciones sobre lo valioso o importante, de hecho, no están dotadas de comprensión, pero al mismo tiempo llevan a acciones. Por lo cual, uno queda incapaz de ofrecerse oportunidades, ya que, a diferencia del querer, este es un esfuerzo consciente desarrollado.
En el contexto de la adquisición de riqueza, nos dividimos en dos grupos. En quienes desean riqueza, quienes la crean y quienes la usan. Pero la riqueza es una fórmula cuyos componentes son el valor, la comprensión de esta riqueza, el momento de su determinación, la verdad de la actitud hacia la misma y la realización de uno mismo con ella o en ella.
En pocas palabras, para algunos la riqueza consiste en tener algo para gastar, mientras que para otros es una perspectiva real de nuevas adquisiciones. Puedes comprarte cien calzoncillos y ser rico en calzoncillos, o puedes aprender algo y ser rico en el esfuerzo de dominar una maestría (por ejemplo, el conocimiento de la mecánica teórica). Y si el primero está claro para todo el mundo, entonces el segundo, para personas aisladas. Pero si alguien que ha estudiado mecánica teórica no puede darse cuenta del esfuerzo acumulado del cerebro, entonces es tan pobre en su mente como el que tiene dinero, pero sabe dónde y cómo invertirlo (lo que significa que está condenado a ser un gastador o un tacaño).
Lo que entendamos bajo el concepto de la riqueza nos define en términos de emociones, sentimientos, tipos de vivencias y formas de comunicarnos con el dinero o con lo que consideramos valores. Pero esto lo puede comprender y hacer la diferencia, sólo una persona que posea fuerza mental, o más bien, experiencia mental. O sea, quien realmente haya desarrollado la comprensión de la riqueza. Por lo tanto, una persona que no está dotada de fuerza mental no puede ser rica, y el máximo que puede hacer es ahorrar lo que tiene.
En realidad, la mayoría de la gente valora las emociones, luego los sentimientos, luego la vivencia, y muy pocas personas valoran la comunicación con la riqueza. ¡Y, en general, sólo unos pocos entienden cuál es la diferencia! Además, si uno no sabe cómo comunicarse con lo que considera riqueza, entonces se convierte en un apego a la comunicación de alguien otro. Aunque la falta de capacidad de pensar a priori forma esta oportunidad para esas personas.
04 octubre 2020