Longevidad

III. La vida del ser humano

La vida del ser humano debe evaluarse no desde el punto de vista de su duración, sino de su esencia. Una persona muere cuando su vida se hace inconsciente y no cunado el catafalco le lleva al cementerio. Pero una cosa es dejar la existencia esencial y otra cosa diferente es de no haberla tenido en absoluto, es decir no manifestarse y no expresarse en una forma humana, cuya esencia precisamente está caracterizando.

La esperanza de la vida del ser humano hoy en día es, tal vez no más de 10 años, en el que el niño empieza a generar un esfuerzo relacionado con el desarrollo. Pero luego, el esfuerzo se sustituye por las emociones y las reacciones al espacio exterior. Como resultado, el espacio interior deja de desarrollarse y el exterior “traga” al hombre y empieza a explotarle. La consciencia comienza a obedecer a las energías cortas y temporales, es decir, energías que no viven mucho tiempo.

En este caso, todo el cuerpo obedece a un régimen de corto pulso de existencia y cae en dependencia de las constantes inyecciones psicológicas y físicas. Es imposible desarrollar tal cuerpo, puesto que de hecho, ya ha pasado a una existencia temporal. Al principio esto lleva al estrés, luego a una enfermedad prolongada que a su vez provoca complicaciones graves (cáncer, accidente cerebrovascular, problemas con la sangre, infarto, etc.). Pero el problema más grande consiste en que la gente pierde su respiración y sabor correctos lo que reduce la actividad esencial de la energía.

 

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